martes, 5 de febrero de 2013

A MI PADRE



 A MI PADRE
Recuerdo tantas noches junto al fuego encendido,
sentada en tus rodillas, muy atento el oído,
recuerdo tantas cosas que siempre me contabas,
a veces más hermosas que las propias palabras.

Yo no sé qué escribir para dejar muy claro,
que hasta el olor a hollín, aún siento al recordarlo;
esa sala en penumbra a la luz del quinqué
donde tu voz retumba, yo no la olvidaré.

Contándonos historias, vividas o inventadas,
quedan en mi memoria como cosas sagradas;
o sentada en la puerta, bajo el cielo de estrellas,
cuando me comparabas con alguna de ellas.

Tomábamos el fresco hasta la media noche,
a la luz de la luna, al abrigo del porche;
y también en el campo, alisando el barbecho,
me montaba en la tabla sobre el surco derecho.

A veces en la era, sobre el trillo subía
para trillar la parva, ¡cómo me divertía!
Y va pasando el tiempo y te vas olvidando,
mientras que vas creciendo, todo va cambiando.

Y el día que te das cuenta todo lo que has perdido
¡si pudieras de nuevo revivir lo vivido!
Cuánto me gustaría que estuvieras conmigo,
que fueras de mis hijos, ese abuelo querido.

Mas, de nada me sirve que llore tristemente,
el día que te fuiste, lo hiciste para siempre.
Yo sé que donde estás me sigues escuchando,
y que siempre sabrás cuánto te sigo amando.